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martes, 18 de agosto de 2009

Kipps, a simple soul



ARGUMENTO DE KIPPS, A SIMPLE SOUL.


Quedandose huérfano a temprana edad, criado por su tía y tío, y siendo un aprendiz de 7 años de vendedor de telas en un comercio del ramo, Artie Kipps se queda pasmado al descubrir al leer el anuncio de un diario que en realidad es el nieto de un caballero rico y el heredero de su fortuna. Lanzado dramáticamente a las clases superiores, pelea desesperadamente por aprender la etiqueta y las reglas de la sociedad educada. Pero pronto descubre que convertirse en un “caballero de verdad” no es ni tan fácil ni tan deseable como parece a primera vista.





ARGUMENTO DEL MUSICAL BRITÁNICO HALF A SIX PENCE.

Half a Sixpence es una película musical británico de 1967 dirigido por George Sidney. El argumento escrito por Beverly Cross está adaptado de su musical, el cual está basado en Kipps: The story of a simple soul, una novela de 1905 de H. G. Wells. La música y las letras de las canciones son de David Heneker.

Establecida en la Inglaterra eduardiana, el argumento se centra en el personaje de Arthur Kipps, un ayudante de vendedor de telas, quién se enamora de de una doncella llamada Ann. En una ràpida sucesión de hechos, él entra en posesión de una foruna, casi se casa con una chica rica, pierde su fortuna, pero recupera su fortuna y vive feliz el resto de sus días con una familia que le adora. Fuente.

LA ADOLESCENCIA DE H. G. WELLS REFLEJADA EN KIPPS.

"Kipps a simple soul" o "La mitad de seis peniques", que por ambos nombres se le conoce, es una novela que pasa por ser, al menos en sus primeros capítulos, autibiográfica. H. G. Wells tuvo siempre un gran sentido social en algunas de sus obras. Copio algunas frases y párrafos que a mi juicio, representan ambos extremos:

Frases de kipps

“A cambio, se hacían vagas indicaciones según las cuales Kipps aprendería el arte y los misterios del comerciante; pero como no se estipulaba ningún castigo a la negligencia en el cumplimiento de esta cláusula, y como Mr. Sharford era un hombre de negocios práctico y aprovechado, consideró esta condición como mera frase retórica y procedió a dedicarse a utilizar a Kipps del modo más conveniente para él, instruyéndolo lo menos posible durante los siete años que duró su contacto.” (pág 20)

“La alimentación que daba a Kipps consistía principalmente en pan y margarina, infusiones de achicoria y té, carne colonial comprada a tres peniques la libra, patatas al por mayor y cerveza con agua.” (pág 20)

“También se le permitía compartir un dormitorio con otros siete jóvenes y dormir en una cama que, excepto en el más crudo invierno, se consideraba suficientemente caliente teniendo por toda ropa su abrigo, su ropa interior y un montón de periódicos. “ (pág 20)

“Le enseñaron asimismo a medir telas de todas clases, a quitarse el sombrero cada vez que se cruzaba con Mr. Sharford en la calle y a practicar una obediencia servil a un gran número de personas. Pero, naturalmente, no le enseñaron cuál era el precio de coste de los artículos que vendía, ni por qué método eran adquiridos. Tampoco se le revelaron las costumbres y las modas sociales. Nunca comprendió la utilidad de la mitad de las mercancías que vendía, como telas para cortinas, cretonas, chintzes, etc.; tampoco le dijeron para qué servían las servilletas y la ropa blanca de todas formas que enviaban a las familias de alta posición. Los rasos, las crinolinas, los forros, no fueron para él desde el principio más que cosas difíciles de manejar, que debía doblar y volver a doblar constantemente, que cortaba por metros y que veía desaparecer en el mundo misterioso y feliz en que vivían los clientes.” (pág 20)

“A cambio de estos beneficios, trabajaba tanto que generalmente se acostaba exhausto y dolorido. Su jornada comenzaba a las seis y media de la mañana. Descendía sin haberse puesto todavía la camisa, llevando lo más viejo que poseía y una bufanda, para quitar el polvo y limpiar los cristales hasta que daban las ocho. Después completaba su aseo en media hora, desayunaba austeramente con pan, margarina y lo que solamente un inglés del Imperio llamaría café, y subía a la tienda para empezar la faena del día.”

“Después, venían ejercicios que al principio le resultaron enormemente difíciles; algunas telas que venían dobladas tenían que enrollarse alrededor de ciertos cilindros, pero se negaban absolutamente a ser enrolladas, al menos por Kipps; otra clase de tejidos que venían de la fábrica enrollados debían ser medidos y doblados, y mientras lo hacía, Kipps deseaba, muchas veces estar muerto. Y lo más triste es que todo aquel trabajo podía evitarse, y si no se evitaba era por lo barata que resultaba la mano de obra y lo poco que se reflexiona en el mundo... “ (pág. 21)

“O, lo que era más difícil todavía, de vez en cuando se hallaba sin nada que hacer y tenía que esforzarse por no mirar fijamente a los clientes al no saber dónde poner los ojos. En tales ocasiones se sentía sumido en un abismo de aburrimiento hasta que lograba olvidarse de lo que le rodeaba y vagar en espíritu por tierras lejanas luchando contra los enemigos del Imperio o dirigiendo el barco de sus sueños por las aguas misteriosas del océano. Pero estos deleites mentales eran siempre de corta duración y se veía traído a la realidad por una brusca exclamación de cualquiera de sus innumerables jefes:
—¡Vamos, Kipps, despierta!” (pág. 21)

“Kipps contemplaba a esas clientes rezagadas desde cualquier rincón, deseándoles la muerte o la lepra por lo menos. Al fin, a eso de las nueve le esperaba abajo una cena consistente en pan y queso con cerveza. Consumido esto le quedaba el resto del día enteramente a su disposición para leer, disfrutar e instruirse...
El cerrojo de la puerta de entrada se echaba a las diez y media, y en el dormitorio la luz de gas se apagaba a las once.” (pág.s 21 y 22)

“Los empleados competían en rapidez y en servilismo. Todos aspiraban a ascender de categoría, y por ello se mostraban rastreros con Sharford y todos gritaban a Kipps” (pág 22 y 23)

“Para colmo, el mayor de los aprendices, llamado Minton, un joven malhumorado de cabello negro, labios finos y bigote como un borrón de tinta, llamó la atención de Kipps hacia aspectos más profundos y desesperanzadores de la cuestión.
—Cuando te haces demasiado viejo para trabajar, te echan a la calle —decía Minton—. Todas las calles están llenas de mendigos y vagabundos que han sido pañeros.
—¿No se establecen por su cuenta?
—¿Cómo quieres que lo hagan? ¡No tienen capital! ¿Cómo quieres que ahorren ni siquiera quinientas libras? Te digo que no puede ser. Hemos de seguir siendo empleados. Estamos en un callejón sin salida y no nos queda otro remedio que seguir en él hasta la muerte.” (pág. 23)

"“Había ocasiones en que Kipps permanecía despierto mientras los demás roncaban en el dormitorio, pensando asustado en el futuro descrito por Minton. Comprendían vagamente que su vida estaba presa en el engranaje de la gran maquinaria del comercio y que aquélla era una fuerza irresistible de la que no tenía ni voluntad, ni conocimiento, ni valor suficiente para escapar. Ésta había de ser su vida hasta el fin de sus días. Sin aventuras, sin gloria, sin cambio alguno, sin libertad. Y tampoco podía soñar con el amor y el matrimonio. Noche tras noche decidía alistarse, escapar al mar, prender fuego al almacén o suicidarse, pero mañana tras mañana se levantaba a las seis y media y bajaba corriendo a limpiar los cristales, temeroso de tener que pagar una multa de seis peniques. Comparaba la esclavitud en que se hallaba sumido con los hermosos días de viento y de sol pasados en Littlestone, con aquellas ventanas de felicidad que brillaban más y más al hacerse más lejanas. Y le parecía ver la figura diminuta de Ana en todas ellas.” (págs. 23 y 24)"

“Poco después Kipps ascendió de categoría y dejó de limpiar cristales. Atendió a los clientes de menor importancia hasta que fue nombrado tercer aprendiz. Ya para entonces le asomaba el bigote y había tras él tres aprendices nuevos a los que podía gritar y dar sopapos.” (págs. 24 y 25)

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